Hace parte de mi propuesta, como practicante de comunicaciones, hacer un recuento de lo que se vive día a día en nuestra organización y, en especial, en la sede operativa. Este relato se centra en mi experiencia en la comuna 4 de Soacha.
Una de las más pobladas del municipio con 70 mil habitantes, aproximadamente.
A las 7:20 de la mañana, había acordado encontrarme con Alexandra, la coordinadora del proyecto, Espacios seguros en jornadas alternas, en la estación León XIll. La profe Alexa es comunicadora social, tiene estudios en psicología social y hace parte fundamental del funcionamiento de la sede operativa. Ella es la responsable del complemento intelectual y humano del programa nutricional.
Su papel es importantísimo para el sano desarrollo de nuestros niños.
A pesar del ajetreo y los dos buses de Transmilenio que tuve que tomar, llegué a tiempo y con ansias de conocer el día a día de la fundación. Después de saludar a la encargada y esperar a otra compañera de trabajo, salimos de la estación y caminamos, más o menos, media cuadra hacia el paradero del transporte que nos acercaría a la sede operativa de AlasCinco.
Los amplificadores del radio del bus retumbaban con una canción de trap que no recuerdo, mientras subíamos por una carretera sin pavimento. Mi respiración se agitaba solo con ver las empinadas calles de Altos de Cazucá que tendría que escalar, literalmente, sin la ayuda del transporte público. En la subida, pude contar unas cuantas panaderías y una escuela. La gente caminaba con tranquilidad y se veía tranquila, un poco diferente a lo que se ve por las calles afanosas y llenas de Bogotá.
El trayecto fue de unos 15 minutos, o incluso menos, lo sentí muy corto. Nos bajamos del vehículo para caminar hacia una pequeña casa verde con dibujos, bastante tiernos, en mi opinión, y el logo alado de la fundación. Estábamos en el barrio La Isla, un barrio con una gran variedad étnica y una importante presencia de víctimas del conflicto armado. A pesar de todo, los habitantes del sector se ven sonrientes y su amabilidad los caracteriza.
Con la puntualidad de un reloj, los niños de la jornada de la mañana llegaron sonrientes y, algunos, con cara de curiosidad al verme. Gracias a la ayuda de todos, se organizaron un par de mesas y sillas para que los pequeños se sentaran. Normalmente, me contaba Alexandra, se hacen actividades manuales y se les enseña a los chicos a través de actividades deportivas. Te preguntarás ¿por qué? Pues, la pasión por el fútbol es una de las razones.
En esta oportunidad, con fomi y cartulina los niños hicieron tarjetas de amor y amistad a una persona especial. Dándoles forma de corazones, estrellas e incluso robots. La mayoría escogió elogiar a su madre, parte también fundamental de AlasCinco. Antes de hacer esta visita pensé cómo podría contribuir desde mi experiencia en comunicación para el desarrollo y en cómo incluir a las ‘mamitas’.
A partir de esa necesidad, surgió la idea del “Empoderamiento Espantador”.
Este será un programa de conversaciones pedagógicas sobre los derechos de la
mujer, sus capacidades, el empoderamiento y liderazgo femenino, la importancia del manejo del tiempo y de los roles de género. Es crucial que las mujeres de todos los lugares de nuestro país entiendan y fortalezcan sus capacidades y aprecien su potencial como personas sujetas de derechos, rompiendo con los estereotipos y papeles que les fueron asignados. Y ¿por qué no empezar desde acá?
Por esa razón las cité, con la ayuda de la coordinadora, para realizar un grupo focal. Una a una fue llegando. Empezamos, más o menos, a las 9 de la mañana y evaluamos la posibilidad y viabilidad del programa. La respuesta fue bastante positiva y unió a estas mujeres que, en su mayoría, no se conocían entre sí. Algunas dijeron, en broma, si se podían quedar hablando conmigo y no volver a sus casas.
El resto del día lo ocupé haciendo entrevistas a los niños. Fue muy emocionante ver como todos se acercaban y pedían a la “profe” pasar a hablar conmigo. Hice mis notas respectivas y empecé a pensar en cómo estructuraría esta primera entrega que estás leyendo.
Después del almuerzo, llegaron los chicos de la tarde. A la 1pm hicieron fila para recibir un delicioso plato de lentejas con salchichas, arroz y tomate preparado por Doña Piedad, la encargada de la cocina. Piedad es abrazada y saludada con mucho cariño por parte de los pequeños y grandes. Su carisma, gentileza y dedicación la hacen una mujer admirable. Sin ella, la comida, seguramente, no sería igual de sabrosa.
Una vez todos terminaron de comer, me senté a conversar con los más grandes sobre la fundación y la designación de tareas para crear algunas publicaciones. Cada uno escogió el tema que más les llamó la atención y la forma en la cual quería trasmitirlo. Así, los hacemos sentir partícipes de las labores de la fundación.
Al final del día, me sentía cansado por la madrugada, pero muy recargado de buena energía. Trabajar con niños siempre es un reto, sin embargo, te recuerda que todos llegamos a este mundo soñando y queriendo de manera incondicional, sin importar el color de la piel, la ropa que usas o de donde vienes. Todos debemos darnos la oportunidad de ayudar y de conocer este proyecto tan bonito, integrado por personas que lo dan todo por verlo prosperar.