Escrito por Valentina Albán.
De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU), el 12 de agosto se celebra el día mundial de las juventudes. Con ella se despliega toda una semana en que la Comunidad Internacional, las Organizaciones Civiles y algunas instituciones del Estado, rinden homenaje a esa etapa de la vida donde vibran las energías para buscar oportunidades, construir sueños y trasformar el contexto que los acompaña, el mismo cambio que buscamos como sociedad y cómo país en cualquier edad de nuestra vida.
Durante la semana del 10 al 14 de agosto del presente año nos enfocamos en visibilizar las metas y sueños de los jóvenes, dar a conocer sus emprendimientos y crear puentes que los conectaran con personas y profesionales capaces de inspirarlos a seguir adelante.
Lo que no nos esperábamos es que al mismo tiempo, en esa misma semana de creatividad, el terror, y la tristeza invadieran dos territorios del país sacando a la luz hechos impactantes. 5 jóvenes en Llano Verde (Cali) y 8 en Samaniego (Nariño) fueron asesinados, la cifra de la tristeza aumentaba al ver el número de familias consternadas y toda una comunidad agobiada por despedirse de sus seres queridos. Eran chicos entre 14 y 23 años, quienes eran, deportistas, médicos y estudiantes con un futuro que seguramente los iba a llevar muy lejos.
Trabajar del lado de las comunidades que han sufrido las consecuencias de la guerra nos ha dado la posibilidad y el reto de querer transformar sus realidades, de brindarles a los jóvenes que crecieron en contextos difíciles de entender, la oportunidad de descubrir nuevos caminos así como de conocer nuevas y mejores experiencias de vida que logren conectar con lo que sienten, sueñan y quieren.
Por lo anterior, nos perturba y agobia ver, escuchar y conocer historias como las ocurridas en Cali o Samaniego, jóvenes que como los de nuestra generación, empezaban a construir su historia de vida que los llevaría a cambiar sus realidades, las de sus familias y sus comunidades.
Desde Fundación AlasCinco rechazamos todos los actos de violencia que ocurren en nuestro país, aquellos actos en los que la vida de familias y los sueños de los jóvenes se apagan por completo, aquellos actos que obligan a las comunidades a salir de su territorio y dejar lo que por años han cultivado, aquellos actos que dejan sin aliento a los que trabajamos para generar cambios en la sociedad.
Ser parte del cambio implica querer transformar realidades que están externas a nosotros, apoyar y construir redes en comunidades donde las oportunidades económicas y sociales son menores que las nuestras o donde la violencia y la intolerancia son el pan de cada día. Sabemos que es un reto unirnos para generar buenas acciones pero estamos seguros que somos muchos más los que estamos en pro de una sociedad sostenible, en paz y con oportunidades para todos.
Reconocemos a los jóvenes como agentes de cambio para sus familias y las comunidades donde habitan, reconocemos su valentía y su carácter para aceptar las adversidades y para empoderarse de aquello que logra hacerlos felices, por ello sentimos con profundo dolor lo ocurrido, y hacemos un llamado a nuestros lectores a la empatía, a vernos como sociedad y generar acciones que siempre vayan enfocadas en transformar aquello que parece imposible de cambiar.