Escrito por Andrés Felipe Fonseca

AlasCinco es, sin duda, una de las experiencias más enriquecedoras que ha traído mi formación como profesional. No solo por los retos que ha supuesto para trabajar en equipo aún durante la pandemia, sino por la inmensa responsabilidad que supone visibilizar el trabajo que se hace día a día en beneficio de su comunidad.

Desde hace un tiempo quería conocer más de cerca a sus jóvenes, aquellos que hablan con profunda madurez de sus propósitos y objetivos a tan corta edad, pero que solo podía ver por medio de un vídeo o una foto en redes sociales debido a la pandemia. Pero llegó la oportunidad, y cualquiera que la haya tenido compartirá conmigo el sentimiento que produce ver con sus propios ojos una realidad diferente.

En tan solo 15 minutos me puede empapar del contexto de la zona. Una vía sin pavimento por la que tienen que pasar a diario familias enteras para conseguir su sustento y ‘salir adelante’. Haciéndole frente a sus problemas. Sin embargo, algo particular me llamaba la atención de aquel lugar lejano a los edificios y el ruido de la Bogotá que conocemos, y es su sentido de comunidad y de fraternidad para apoyarse en medio de las circunstancias.

Y es este mismo detalle el que reflejan sus jóvenes. Estos pequeños gigantes inspiran a cualquiera al contar sus sueños con una sonrisa, recordándome incluso los míos y los de todos los que hemos tenido la oportunidad de escucharlos.

“La belleza está en los ojos de quien la mira”. Y es con esa frase de Oscar Wilde con la que quiero recordar mi experiencia en el barrio La Isla, un lugar que inspira a trabajar por transformar nuestro país y reducir la desigualdad. Donde se trabajan por los sueños y se construyen en familia. Un lugar al que espero volver.

Se podría pensar a simple vista que nada fuera de lo común estaría pasando en una pequeña casa con dibujos pintada de azul pero, para quienes han llegado a este punto, sepan que este pequeñito granito de cambio que se está haciendo en AlasCinco es el inicio de una revolución gigante para toda su gente, para las futuras generaciones de jóvenes a los que se puede formar y, por supuesto, para todo voluntario o practicante que busque cómo empezar a hacer el cambio.