Todo comienza con los pueblos Celtas que habitaron en las islas británicas, Escandinavia y Europa Occidental. El 31 de octubre celebraban el día de Sahmain, que significa el fin del verano y de las cosechas. 

Debido al cambio de las estaciones y el clima, los días se vuelven más cortos y las noches más largas. Esto significaba, en la cosmovisión Celta, despedirse del dios Lugh del sol. En esta época del año, no sólo se marcaba el inicio de un nuevo periodo, sino que se creía que los espíritus caminaban entre los vivos.

Como forma de protección, los nativos dejaban ofrendas, dulces y velas encendidas para guiar a los muertos hacia el camino de la luz. Con la colonización y la expansión del catolicismo se renombró la celebración a la Víspera de todos los santos, en inglés “All hallows eve”. 

Esta nueva festividad tendría un tinte más religioso.Posteriormente, este nombre evolucionó a Halloween.

Pero, de ¿dónde viene la tradición de las linternas hechas con calabazas? Según una leyenda irlandesa del siglo XVIII, existía un hombre borracho llamado Jack. 

Una vez, en sus andanzas, se le apareció el diablo para llevárselo al infierno. El aldeano acepto con la condición de que el señor oscuro se trepara a un roble cercano. 

Una vez este se trepó, Jack talló cruces en la base del árbol para que su oponente no se pudiera bajar. Por su astucia, se ganó un deseo, el cuál fue librar su alma del infierno.

Cuando murió, no fue recibido en el cielo por la vida que llevaba y al infierno no podía ir, por obvias razones. El diablo, entonces, le regaló un nabo donde puso una vela para poder alumbrar su camino hasta el final de los tiempos. 

En Estados Unidos, por la abundancia de calabazas, reemplazaron el nabo por ellas.

Aunque esta festividad tenga una historia, un tanto, siniestra, esta es una época para permitir a nuestros niños ser ellos mismos y expresarse de las maneras más creativas posibles. Disfrazarse también es, para los adultos, una forma de soñarse diferente y escaparse de la rutina. 

Sin embargo, no hay que olvidar nuestro compromiso con el medio ambiente. Trata de reducir al máximo la compra de dulces que usen mucho plástico y no te permitas a ti y a tus pequeños comerlos en exceso.